Biodiversidad en la ciudad, ¿un reto necesario?

Valencia como ejemplo

El cambio climático, la contaminación, la deforestación o la pérdida de biodiversidad son fenómenos que, de un tiempo a esta parte, comienzan a ser tenidos en cuenta en la elaboración de proyectos medioambientales de zonas urbanas. En un mundo donde el 54% de la población mundial actual reside en áreas urbanas, y donde se prevé que para el año 2050 aumente hasta el 66% según la ONU, la importancia de la ciudad como gestora de estos problemas aumenta. A esto hay que sumarle las previsiones que indican que entre el año 2000 y el 2030 la superficie urbana total se triplicará. Dicho aumento de población y superficie urbana irá en detrimento de los recursos naturales a nivel mundial, afectando gravemente a la diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas. Esto se verá acentuado en zonas con baja capacidad económica y humana, donde se prevé que se produzca la mayor expansión urbana a pesar de tener serias limitaciones para formular políticas de conservación de la biodiversidad y gestión de los servicios de los ecosistemas.  

«En los últimos años de la jardinería urbana el aspecto ecológico no ha predominado en el diseño de zonas verdes en buena parte de ciudades del sur de Europa»

Frente a estos problemas, muchas son las alternativas planteadas en cuanto al diseño de zonas verdes en las ciudades. Diseños que sean capaces de hacer frente a la pérdida de biodiversidad y que puedan aprovechar los servicios del ecosistema, tales como la reducción de la contaminación, descenso de la temperatura, aumento de zonas de sombra, aprovechamiento del agua de lluvia, mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero, etc. Una gestión de los ecosistemas urbanos enfocada a la conservación de la biodiversidad es también una oportunidad para favorecer el aumento de especies autóctonas de animales y vegetales, así como la restauración de ecosistemas locales que hayan sido degradados o estén en peligro.

Valencia, una nueva experiencia en biodiversidad urbana

La ciudad, como entidad administrativa, es la encargada de suministrar y redistribuir los servicios para hacer frente a las desigualdades y problemas sanitarios asociados a las zonas urbanas. El conjunto de los ecosistemas urbanos y los beneficios que aportan para el bienestar de la población son parte de estos servicios. Sin embargo, en los últimos años de la jardinería urbana el aspecto ecológico no ha predominado en el diseño de zonas verdes en buena parte de ciudades del sur de Europa. Se han popularizado los parques con praderas verdes de césped –mezcla de gramíneas– con arbolado disperso, paisajes propios del norte de Europa con un alto coste de mantenimiento en el clima mediterráneo. Un mantenimiento que exige grandes cantidades de riego y precisa podas muy continuadas, lo que evita el crecimiento de nuevas especies y la formación de semillas que podrían atraer a animales locales. Desde el punto de vista de la biodiversidad, y lo que esto supone para la calidad de los servicios de los ecosistemas, este tipo de diseños no son interesantes. La ciudad de Valencia no escapa a esta forma de diseño tradicional, donde la creación de espacios naturales no sigue un criterio que atienda a la conservación de la biodiversidad y sus servicios. Para hablar de esta situación hemos conversado con Ximo Sánchez, técnico del Servicio de Jardinería del Ayuntamiento de Valencia, con quien visitamos dos parques de la ciudad de diseños totalmente diferentes: el Parque de Cabecera, situado entre Valencia y Mislata al principio del Jardín del Turia, y el Parque de la Rambleta, en el barrio de San Marcelino.

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Algo muy extendido en todos los parques de la ciudad es el hecho de impermeabilizar la cuenca de fuentes y embalses utilizando hormigón, evitando la hidratación directa del suelo. En la imagen, el Parque de Cabecera. / Laura Villoria

El Parque de Cabecera es uno de los muchos ejemplos de zonas verdes no planificadas para conservar la biodiversidad. Una de las incoherencias que presenta el parque –según explica Ximo Sánchez– es la relación del agua con el bosque de ribera y el resto de especies. Este tipo de bosque se caracteriza por depender de un curso fluvial como los ríos, creciendo a lo largo de sus orillas o riberas. Tal es su vinculación que las necesidades de agua del bosque son cubiertas prácticamente por la humedad del suelo de la ribera, sin tener que ser la lluvia su fuente principal de agua. Algunos de los árboles característicos de este bosque son los sauces, chopos, fresnos y, más alejados de la orilla, olmos. Sin embargo, el agua del parque de cabecera no entra en contacto con la tierra de su alrededor, donde se ha pretendido simular este bosque de ribera. Es algo muy extendido en todos los parques de la ciudad –cuenta el técnico Ximo Sánchez–: impermeabilizar la cuenca de fuentes y embalses utilizando hormigón, evitando la hidratación directa del suelo por medio del cauce de agua. Esto, unido al típico paisaje con amplias zonas de césped que presentan los parques, hace necesario un continuo mantenimiento por riego directo o goteo que hidrate el suelo y la vegetación, con el gran coste económico y las deficiencias hídricas que conlleva. La crítica por parte del técnico al uso tan extenso y normalizado del césped es clara. También lo es hacia el sistema de mantenimiento que siguen estos parques tradicionales, el cual poco a poco, nos dice, «debe ser cambiada por necesidad económica, pero también ecológica para aumentar la biodiversidad y un mantenimiento más natural de los parques». Un ejemplo de esto último es la visión negativa que se tiene sobre los herbazales y plantas que crecen fuera del diseño idealizado que se tiene de estas zonas. La eliminación de las llamadas malas hierbas es algo muy demandado por la sociedad, alegando incluso abandono de la zona. «Es necesario hablar en positivo de estas plantas –explica Ximo Sánchez– y hacer ver que muchas de ellas son beneficiosas para aumentar la biodiversidad, incluida la fauna que atraen, e incluso mejorar el mantenimiento del parque».

«El Parque de Cabecera es uno de los muchos ejemplos de zonas verdes no planificadas para conservar la biodiversidad»

Uno de los objetivos de este parque es el de ser un espacio recreativo y de distensión para las personas. Lo dice Ximo Sánchez: «Cada parque tiene unos objetivos en su idea de proyecto. El Parque de la Rambleta es una representación de la flora local por encima de todo. Es un parque pensado para que la fauna silvestre encontrase refugio y alimento. Y en el Parque de Cabecera también está en parte ese objetivo, pero no como objetivo principal. Tampoco en su diseño, más artificial. Esto es una diferencia clarísima entre ambos parques.» El Parque de la Rambleta es, en efecto, otra concepción totalmente diferente de la idea de parque urbano. Un 30% de su superficie se encuentra destinada únicamente a la fauna; la vegetación de esta superficie está diseñada de una forma que impide el paso a los visitantes. El 70% restante es la superficie de herbazales y praderas con árboles, que puede pisarse. El diseño contempla tres unidades de paisaje que son, de mayor a menor distancia respecto al cauce de agua, el bosque y matorral mediterráneo –representando el ecosistema de la Dehesa del Saler–, la olmeda y el bosque de ribera típico de la zona litoral mediterránea. Todas estas unidades de paisaje tienen en su diseño un compromiso por las especies de flora y fauna local. No se encuentran diseñadas siguiendo un patrón en la presencia de árboles y vegetación, como es común en los parques. También encontramos plantas exóticas, pero estas ya existían en la zona antes de la construcción del parque. El mantenimiento de este parque es también diferente al convencional en relación a la poda de herbazales. Estos, más aún de un tiempo a esta parte, son mantenidos a conciencia para mejorar el drenaje y calidad del suelo, beneficiando la salud de árboles y arbustos a la vez que contribuye a aumentar la biodiversidad. Se dejan crecer y producir semillas, atrayendo a diferentes especies de fauna local que se aprovecha de ello. Con la llegada del verano se procede a la poda. Buena parte de las especies herbáceas muere al llegar esta época, dejando sus semillas latentes en el suelo hasta la llegada de mejores condiciones climáticas en otoño. En la poda se cuida de dejar los restos de estas plantas en el suelo, produciéndose la descomposición de la materia orgánica y mejorando la fertilidad del suelo.

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Con Ximo Sánchez, técnico del Servicio de Jardinería del Ayuntamiento de Valencia, hemos visitado dos parques de la ciudad de diseños totalmente distintos: el Parque de Cabecera, situado entre Valencia y Mislata al principio del Jardín del Turia, y el Parque de la Rambleta, en el Parque de San Marcelino. / Laura Villoria

Otra gran diferencia que tiene el Parque de la Rambleta con respecto a otros parques de la ciudad es su cauce de agua, la rambla. Se trata de un curso de agua y de un lago cuya agua sí entra en contacto con el suelo, ya que su cuenca no se encuentra impermeabilizada. Esto hace que el bosque de ribera, que crece a su alrededor, se encuentre hidratado directamente por el agua, siendo notable su densidad y calidad, que se traduce también en un mejor mantenimiento. El técnico del Ayuntamiento, Ximo Sánchez, explica que el parque surge de las ideas planteadas en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en el año 1992: «Fue una manera de aplicar esa inquietud mundial de proteger la biodiversidad en la ciudad de Valencia. Pero aún hoy en día, esta idea sigue sin ser un tema interesante. A pesar de que llevamos más de veinte años diciendo que hay que conservar y potenciar la biodiversidad, la gente está ahora empezando en algunas ciudades europeas a incorporar este principio».

«En la medida que la ciudad hace suyos paisajes naturales y los incorpora en su espacio, la gente se habitúa a ellos con el código urbano, respetando de igual forma este paisaje en su contexto natural»
(Ximo Sánchez)

Pero, ¿cuál es exactamente el papel y la potencia de una ciudad para hacer frente a este reto? «En la medida que la ciudad hace suyos paisajes naturales y los incorpora en su espacio, la gente se habitúa a ellos con el código urbano, respetando de igual forma este paisaje en su contexto natural. He aquí la importancia de la ciudad. Nuestra sociedad es fundamentalmente urbana, y lo urbano impera. Por ello la ciudad no puede eludir este compromiso, tiene que asumirlo». A pesar de esto, nos dice que no parece haber todavía un compromiso serio por un cambio en la de gestión de parques y jardines enfocado hacia la conservación de la biodiversidad local. No obstante, la crisis económica ha hecho replantearse este modelo de gestión, haciendo que surjan y se desarrollen nuevos proyectos que pueden ser un paso hacia un nuevo modelo de relación entre naturaleza y ciudad.

Implicación ciudadana. El parque de la rambleta y sus vecinos

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En octubre del año pasado las vecinas y vecinos del barrio empezaron con el técnico Ximo Sánchez un curso de biodiversidad para conocer más sobre el ecosistema del parque y poder entender mejor su estado. / Juli Zacarés

Las diferencias del Parque de la Rambleta con los otros parques de la ciudad de Valencia no acaban sólo en su diseño y el objetivo conservacionista de la biodiversidad local. El parque ha sido asumido por los vecinos como propio, demostrando a lo largo de los años su preocupación por su estado, su ampliación y los servicios que genera para todo el vecindario. Los mismos vecinos participan en la gestión y el diseño del parque. Proponen proyectos que tratan de solventar los problemas surgidos en las fases de ampliación del terreno y exigen que se sigan llevando a cabo. Sus exigencias también pasan por un correcto cuidado del parque y una buena relación de este con el barrio. Una de las últimas demandas hechas desde la Asociación de Vecinos del barrio de San Marcelino fue la de atender los problemas que presentaba la vegetación arbórea. Esta mostraba claros indicios de una mala salud debido a un problema de compactación del suelo, lo que produjo un descenso y reducción preocupante de su copa. Otro de los problemas que han denunciado es la falta de vigilancia para evitar las malas prácticas que pongan en peligro la salud del ecosistema del parque. Ejemplo de ello fue el conflicto que tuvieron que afrontar debido a la suciedad del agua del estanque que forma la riba al final de su recorrido, provocada por la habitual práctica de lanzar comida a peces y aves.

«En comparación con otros parques de la ciudad, el parque tiene una buena acogida por vecinos y otros visitantes por el aspecto tan natural que tiene»

La Asociación de Vecinas y Vecinos del barrio de San Marcelino asegura que desde el primer momento ha existido una implicación de la gente del barrio en la gestión y diseño del parque. De hecho, después de muchas demandas por parte de la asociación hacia el ayuntamiento, los vecinos participaron en el proyecto de construcción del parque, que fue inaugurado en 2002. A lo largo del tiempo se han llevado a cabo actividades destinadas a la conservación con la participación de niños y mayores, como replantaciones de especies vegetales. Esta implicación aumentó de una manera aún más activa cuando, hace poco más de un año, la Asociación alertó de la mala salud de los árboles. La preocupación por este deterioro les llevó a iniciar una serie de entrevistas con los vecinos del barrio para preguntarles su opinión sobre el estado del parque. Como consecuencia de esto y sus exigencias al ayuntamiento, en octubre del pasado año comenzaron con el técnico Ximo Sánchez un curso de biodiversidad para conocer más sobre el ecosistema del parque y poder entender mejor su estado. Tal y como explica Rosa Ramón Puchades, que ha participado dentro del área de medioambiente y biodiversidad en la asociación de vecinos: «La idea del curso surge de la preocupación de los vecinos por la salud y el cuidado del parque. Cuando tengamos una comprensión más cercana del parque y de los procesos naturales que tienen lugar en él, la intención es poder seguir transmitiendo estos conocimientos a todo el vecindario.» Aparte de conocer y reconocer las diferentes especies de plantas y su relación con la fauna, uno de los objetivos del grupo, nos cuenta, es conocer realmente la importancia del parque para la conservación de la biodiversidad local. En comparación con otros parques de la ciudad, el parque tiene una buena acogida por vecinos y otros visitantes por el aspecto tan natural que tiene. Sentirse en plena naturaleza y poder apreciar y aprender de este tipo de paisaje, así como poder disfrutar de la tranquilidad que ofrece el parque, que parece aislado del entorno urbano, es uno de los servicios que más valoran.

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Rosa Ramón Puchades, en la izquierda de la imagen, es una de las personas que participan en el área de medio ambiente y biodiversidad de la Asociación de Vecinas y Vecinos del barrio de San Marcelino. / Juli Zacarés

Mientras los miembros de la asociación visitan el parque, van repasando sus apuntes y tratando de identificar diferentes especies de plantas y brotes que empiezan a asomar. Gracias a lo que han aprendido en el curso son capaces de explicar algunos de los procesos naturales que suceden en el ecosistema del parque. Ejemplo de ello es el problema de compactación que había sufrido el suelo y que había afectado a la salud de los árboles, que habían disminuido su copa. Este fue uno de los motivos por el que creció su preocupación por el estado del parque. Ahora entienden qué es lo que provocó el problema y cómo un mantenimiento diferente, como la de dejar crecer los herbazales del suelo, puede ayudar a corregirlo. De hecho, con su complicidad se ha llevado a cabo la protección de los suelos afectados para protegerlos temporalmente del paso de los visitantes y acelerar su recuperación. Rosa Ramón explica que ahora se siente más partícipe de lo que se lleva a cabo en el parque: «Al tener una mejor comprensión pienso que si ahora viéramos alguna actuación que no nos pareciera correcta desde luego que alzaríamos la voz para intervenir. Desde esta comprensión más amplia podemos tener la oportunidad de gestionar, no solamente aceptar lo que nos digan de fuera. Y si hay que actuar al respecto poder hacerlo.» Incluso su concepción respecto a normas de jardinería establecidas, como la de eliminar continuadamente los herbazales, ha cambiado. Aprender a ver directamente en su barrio cuáles son y como ocurren los procesos naturales que tienen lugar en la naturaleza les hace conectar más con el medio natural y saber apreciarlo y cuidarlo cuando salen de la ciudad. Al plantearles si este tipo de actuaciones se podría llevar a cabo en otras zonas de la ciudad de Valencia responden que sí, que ellos son la prueba. Les parece un gran paso hacia una relación con la naturaleza que ven necesaria que se desarrolle en el medio urbano.

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Un 30% de la superficie del Parque de la Rambleta está destinada únicamente a la fauna; la vegetación de esta superficie esta diseñada de forma que impide el paso a los visitantes. El 70% restante es la superficie de herbazales y praderas con árboles, que sí que puede pisarse. / Juli Zacarés

«Tal vez el Parque de la Rambleta sea un ejemplo aislado, pero bien puede suponer un paso hacia un compromiso con otra forma de entender el papel de la ciudad y de sus habitantes en la gestión de la biodiversidad»

La opinión de los vecinos respecto a la implicación ciudadana en la gestión de los servicios y conservación de la biodiversidad es claramente muy positiva. Ellos mismos se sienten partícipes de esa otra forma de aprovechar, disfrutar y hasta gestionar las zonas verdes de la ciudad. La asimilación de estos espacios como propios por parte de la gente es esencial para su continuidad y respeto. Una mejor comprensión y relación con el medio natural puede favorecer un cambio en el diseño y mantenimiento de los parques y jardines urbanos. Esto es fundamental para la conservación de la biodiversidad local y para mejorar la calidad de sus servicios. Empezar a elaborar proyectos donde la naturaleza tenga cabida en la ciudad da la oportunidad de dar a conocer y relacionarse con dichos espacios, concienciándose de la necesidad de protegerlos en el medio natural. Los ejemplos de zonas urbanas destinados a potenciar la biodiversidad son, por el momento, escasos. El otro ejemplo a destacar en la ciudad de Valencia donde se pretende representar la biodiversidad local es el Parque de Marxalenes, ubicado en el barrio del mismo nombre. No obstante, cada vez surgen más iniciativas donde la conservación del medio natural y el acercamiento a este son el objetivo principal.

Tal vez el Parque de la Rambleta sea un ejemplo aislado, pero bien puede suponer un paso hacia un compromiso con otra forma de entender el papel de la ciudad y de sus habitantes en la gestión de la biodiversidad. Una gestión que no implique su destrucción.

© Mètode 2015

Biólogo y Máster en Historia de la ciencia y Comunicación Científica.