El naturalista que se adelantó a Darwin

Alfred R. Wallace

Un escritor lento, extremadamente reflexivo

Hay que reconocerlo: sin Alfred Russel Wallace (1823-1913), Darwin quizá no habría publicado nunca El origen de las especies. Retirado en su casa de Down, cerca de Londres, Darwin le daba vueltas y más vueltas al problema del mecanismo de formación de las especies desde que había vuelto del viaje con el Beagle, ya hacía más de veinte años. Sus observaciones le indicaban claramente que las especies evolucionaban, se transmutaban en nuevas especies, pero no estaba seguro de cuál podía ser el mecanismo que hacía posible el cambio. Darwin era un escritor lento, reflexivo, que se negaba rotundamente a avanzar hipótesis sin tener el máximo número de evidencias que las sustentasen. Además, sabía que sus ideas sobre el origen de las especies, en general, y del hombre, en particular, suscitarían una gran controversia en la sociedad victoriana, y no quería dar argumentos para las críticas que a buen seguro llegarían.

Alfred R. Wallace

Alfred Russel Wallace, en Singapur en 1862, antes de volver al Reino Unido tras pasar ocho años en el archipiélago malayo. /A. R. Wallace Memorial Fund & G. W. Beccaloni

A. R. Wallace Memorial Fund & G. W. Beccaloni[/caption]Es cierto que en 1842 había escrito un esbozo (el famoso Sketch) de 37 páginas escritas a lápiz y aprisa, con frases sin acabar, estructura irregular y muchas correcciones y tachaduras, pero en el que se pueden ver las primeras ideas sobre la evolución de las especies y los posibles mecanismos que la gobiernan. Y también lo es que dos años después, en 1844, escribió un manuscrito de 189 páginas, mucho más cuidado y pulcro, que recoge sus conclusiones hasta aquel momento, y que guarda ciertos paralelismos con lo que después sería El origen de las especies (De Beer, 1958). Justo es decir que este manuscrito (conocido por los darwinianos como el Essay) le sirvió siempre como una especie de seguro por si no acababa la obra definitiva, «el gran libro», a la que aspiraba, y que iba escribiendo muy poco a poco. Es entrañable la larga nota en relación al Essay que Darwin deja a Emma, su esposa, el 5 de julio de 1844 y donde le dice: «Si muriese súbitamente, como último y solemnísimo ruego, que estoy seguro de que atenderás como si estuviese legalmente incluido en mi testamento: que dediques cuatrocientas libras a publicarlo, y además tú misma, o mediante Hensleigh, te ocuparás de darle publicidad.» A parte de entrañable, la nota dice mucho de la importancia, conceptual y «estratégica», que Darwin concedía al Essay en aquel momento.

Un primer aviso de Wallace

Uno de los mejores amigos de Darwin era Charles Lyell, geólogo y uno de los naturalistas más influyentes en la Inglaterra de la época, el cual le insistía para que escribiese sus ideas definitivas de una vez, aunque no tuviese todas las respuestas. Un hecho crucial sucedió en 1855, cuando Lyell leyó un trabajo publicado por un oscuro naturalista, Alfred Russel Wallace, que se encontraba en el archipiélago malayo como recolector profesional de animales y plantas. El trabajo llevaba como título On the Law which Has Regulated the Introduction of New Species, y se basaba en sus observaciones, que sugerían que «cualquier especie ha empezado a existir coincidiendo en el espacio y en el tiempo con una especie preexistente estrechamente relacionada». Este trabajo, conocido como el documento de Sarawak, subrayaba la importancia de la extinción y de la descendencia con modificación –divergencia– como elementos clave en el proceso de transmutación de las especies a lo largo del tiempo. Lyell vio claramente que Wallace estaba entrando con mucha fuerza en el tema que tenía preocupado a Darwin desde hacía más de veinte años, y le previno (Davies, 2013). Darwin leyó el trabajo, pero no le dio importancia, y en los márgenes anotó «Nada realmente nuevo […]; todo parece creación […]; aunque su ley es consistente; considera los hechos desde una perspectiva sorprendente», quizá porque Wallace empleó profusamente el término «creación» en lugar de «transmutación», que era el palabra en uso en la época para hablar de la formación de las especies. No le dio importancia, pero ante la insistencia de Lyell, reanudó la redacción de su gran libro, que, por cierto, no concluiría nunca a causa de las circunstancias que acaecieron al cabo de dos años.

Llega el manuscrito de Ternate

A principios de junio de 1858, Darwin recibió un manuscrito y una carta que Wallace le enviaba desde la pequeña isla de Ternate, en el archipiélago malayo. El manuscrito llevaba un título sugerente: On the Tendency of Varieties to Depart Indefinitely from the Original Type, y proponía que entre los individuos de una misma especie existía una cierta variabilidad y que, debido a la lucha por la existencia, las variantes mejor adaptadas al ambiente tendrían más posibilidades de sobrevivir y de reproducirse, y se irían apartando de la especie original hasta dar lugar a una diferente.

«Cuando Darwin recibió el manuscrito de Wallace desde Ternate empezó a preocuparse seriamente por la prioridad»

Más claro, se trataba de una teoría que explicaba el origen de las especies por la acción de la selección natural. En la carta que acompañaba al manuscrito, Wallace le pedía a Darwin que, si le parecía lo bastante interesante, le presentase a Lyell para conocer su opinión antes de publicarlo. Darwin quedó casi paralizado, dado que el manuscrito de Ternate contenía el desarrollo formal de las ideas sobre el origen de las especies que él mismo había estado gestando desde que volvió del viaje con el Beagle. Según manifestó él mismo, el manuscrito venía a ser un buen resumen del trabajo que había estado elaborando desde hacía veinte años.

¿Pero quién era Wallace?

Trogonoptera brookian

Macho (debajo) y hembra de la mariposa Trogonoptera brookiana (Wallace, 1855) (Lepidoptera, Papilionidae), descubierta en Borneo por Wallace y dedicada al rajá británico de Sarawak, James Brooke. Wallace la describió dentro del género Ornithoptera, y con una envergadura de entre 15 y 17 cm, y una coloración básicamente negra sobre la que destacan manchas verdes fluorescentes, es una de las mariposas más bellas del mundo. Los ejemplares fotografiados proceden de Cameron Highlands, en Malasia. / X. Bellés

Alfred Russel Wallace había nacido el 8 de enero de 1823 en Usk, al sudeste del País de Gales, en el seno de una familia de clase media y recursos escasos. A los doce años dejó la escuela para ir a Londres a trabajar de carpintero con su hermano John. Un año más tarde, se puso a trabajar con otro de sus hermanos, William, primero de aprendiz de relojero y después de topógrafo y supervisor de terrenos para el ferrocarril, lo cual le permitió aprender a alzar mapas, diseño de edificaciones, mecánica, técnicas forestales y muchas habilidades más que le serían muy útiles después. Pasó siete años ejerciendo este oficio, en contacto directo con la naturaleza, lo cual le debió despertar la afición por la historia natural. En 1842 leyó el libro Treatise on Geography and Classification of Animals, de W. Swainson, que le reveló el mundo de la biogeografía. El propio Wallace confesó más tarde que la lectura de este libro representó el inicio de sus inclinaciones científicas. En 1844 se trasladó a Leicester para impartir clases de dibujo y cartografía. En la biblioteca de Leicester leyó An Essay on the Principle of Population, de Malthus, y conoció a Henry Walter Batas, entomólogo entusiasta que le descubrió el mundo de los escarabajos y las mariposas. Un año después, debido a la muerte de su hermano William, tuvo que hacerse cargo del negocio de supervisión de terrenos, que cerró, sin embargo, muy pronto.

1845 fue un año de importantes lecturas, como la obra de R. Chambers Vestiges of the Natural History of Creation, que le convierte, según sus palabras, en «evolucionista», los Principles of Geology, de Lyell, o el viaje del Beagle de Darwin. En 1847 viajó a París acompañando a su hermana Fanny y visitó las grandes colecciones zoológicas del Jardin des Plantes. Al volver, visitó el Museo Británico, y decidió definitivamente dedicarse a la historia natural. Habló con Bates, y ambos decidieron marchar hacia la Amazonia, apoyados por Samuel Stevens, que se ofrecía a vender en museos y a coleccionistas particulares los animales y plantas que recolectasen.

«Con las evidencias circunstanciales disponibles, parece fuera de lugar considerar que Darwin simplemente copió a Wallace»

El 26 de abril de 1848 zarparon de Liverpool hacia Brasil, y el 26 de mayo llegaron a Pará, el actual Belém. En el Amazonas pasó cuatro años de duro aprendizaje, que contó en su libro A Narrative of Travels on the Amazon and Rio Negro. El punto final del viaje fue la pérdida de sus colecciones y sus diarios cuando el barco que lo devolvía a casa naufragó en medio del Atlántico. La experiencia fue tan dura que cuando retornó a Inglaterra se prometió a sí mismo que no volvería a ejercer este trabajo. Dos años más tarde, sin embargo, se embarcó hacia el archipiélago malayo, donde pasó ocho años en los que descubrió un número espectacular de especies nuevas para la ciencia y recogió un enorme volumen de datos sobre la distribución de animales y plantas (McKinney, 1972; Raby, 2001; Wallace, 1905). Allí se le ocurrió el mecanismo de la selección natural, y desde allí le envió el famoso manuscrito de Ternate a Darwin.

La reunión de la Sociedad Linneana

Carta A. R. Wallace

Wallace guardaba con especial cuidado las cartas y notas de Darwin. En este sobre, escrito hacia 1902, conservaba ocho cartas que había recibido de Darwin cuando estaba en el archipiélago malayo. En su escrito, Wallace deja constancia de que no recuperó el original del manuscrito de Ternate que envió a Darwin, y que no vio las pruebas de imprenta de este, cuando se publicó en 1858 el tercer volumen de los Proceedings of the Linnean Society. / Natural History Museum, Londres

Cuando Darwin recibió el manuscrito de Ternate, empezó a preocuparse seriamente por la prioridad, y pidió consejo, primero a Lyell, y después al botánico Joseph­ Hooker, personaje también muy influyente. Lyell y Hooker urdieron rápidamente un plan que, aun dando a conocer el trabajo que había escrito Wallace, dejase perfectamente claro que Darwin ya había estado pensando en las mismas ideas desde hacía años. En tan solo doce días organizaron una lectura conjunta de los trabajos de Darwin y de Wallace en la Sociedad Linneana de Londres, en una sesión científica que tuvo lugar el 1 de julio de 1858. El orden de las presentaciones fue planificado meticulosamente para que la prioridad de Darwin quedase bien establecida. Una pequeña nota introductoria de Lyell y Hooker dio paso a la lectura de los trabajos: primero, un resumen del famoso Essay que Darwin había escrito en 1844; después, una carta enviada por Darwin al naturalista norteamericano Asa Gray en 1857, en la que le comentaba el principio de divergencia entre variantes de la misma especie; y en tercer lugar el manuscrito de Ternate enviado por Wallace (Raby, 2001). Ninguno de los dos protagonistas compareció a la sesión, Darwin porque estaba en el funeral de su hijo Charles Waring, que había muerto tres días antes, y Wallace porque se encontraba en Nueva Guinea. La sesión pasó sin pena ni gloria, y la única reseña la publicó Samuel Houghton, del Trinity College de Dublín, que al hablar de trabajos de Darwin y Wallace diagnosticó que «todo lo que era nuevo era falso, y todo lo que era verdadero era viejo». Una pobre reseña para describir uno de los descubrimientos más sensacionales de la historia de la ciencia: el del mecanismo que gobierna la evolución del mundo vivo, al que habían llegado, de manera independiente, Darwin y Wallace.

La controversia de las fechas

Una cuestión muy controvertida es la fecha en que partió de Ternate la carta y el manuscrito de Wallace, y la fecha de llegada a Down, a casa de Darwin. Es sabido que Wallace escribió el manuscrito de Ternate hacia finales de febrero de 1858, tras haber pasado un episodio grave de malaria. En varios escritos retrospectivos, Wallace describe que redactó el trabajo un par de días después de la enfermedad y que se lo envió a Darwin «en el próximo correo, que partiría un día o dos después» (Wallace, 1905). En el mismo correo, que salió de Ternate el 9 de marzo de 1858, iba una carta dirigida al hermano de su amigo Henry Bates, que vivía en Leicester. Como hemos visto, Darwin, inquieto por el manuscrito de Ternate, escribió una carta para pedir consejo a Lyell fechada el 18 de junio y en la que dice que el manuscrito lo ha recibido aquel mismo día.

A partir de aquí empieza la controversia, porque se sabe con certeza que la carta que Wallace envió al hermano de Bates y que salió de Ternate el 9 de marzo llegó a Londres el 2 de junio y a Leicester al día siguiente. La dirigida a Darwin debería haber llegado, pues, en la misma fecha a Londres y un día después a Down, como sostienen varios historiadores, singularmente McKinney (1972), Brackman (1980), Brooks (1984), y Davies (2008). La polémica se ha reavivado recientemente con la hipótesis emitida por van Wyhe y Rookmaaker (2012) (véase también van Wyhe, 2013), que postula que la carta de Wallace no habría salido de Ternate el 9 de marzo, sino en el correo siguiente, del 5 de abril, con lo cual cuadraría que hubiese llegado a Down el 18 de junio. Sin embargo, esta hipótesis ha sido considerada improbable por varias razones, en particular por inconsistencias en los horarios y transporte de cartas del sistema de correo en estas fechas, y por las repetidas manifestaciones de Wallace que indican que envió el manuscrito muy poco después de haberlo acabado de escribir a finales de febrero (Davies, 2013; Smith, 2013).

«Wallace se distanció científicamente de Darwin, en particular porque hacia 1869 empezó a manifestar ideas teleológicas sobre la naturaleza»

Si la carta de Wallace y el manuscrito de Ternate le hubiesen llegado a Darwin el 3 de junio, ¿por qué no dio noticia a Lyell hasta el 18 de junio? Es una pregunta difícil de responder, pero para los defensores de Wallace es significativo el hecho que entre el 3 y el 15 de junio 1858 Darwin añadió al gran libro que estaba elaborando desde hacía tantos años 66 nuevas páginas sobre el tema de la divergencia, en el que se insiste tanto en el manuscrito de Ternate (Brooks, 1984). ¿Podría ser que Darwin hubiese recibido el manuscrito antes de lo que afirmó en la carta a Lyell, y hubiese tomado prestada alguna idea de este, en particular sobre la divergencia, durante el tiempo en que lo retuvo sin decirlo? Es una posibilidad, pero no resulta demasiado verosímil si consideramos la estricta rectitud moral de Darwin. Es casi seguro que Darwin se inspiró en conceptos debidos a Wallace, por ejemplo, en los que aparecen en el documento de Sarawak (aunque tardíamente), y también lo es que gracias a Wallace incorporó a su corpus conceptual conocimientos tan importantes como los derivados de la distribución geográfica de animales y plantas. Por otro lado, parece evidente que el manuscrito de Ternate sirvió de detonante para que Darwin se impusiese definitivamente un programa de publicación de sus ideas. Sin embargo, con las evidencias circunstanciales disponibles, parece fuera de lugar considerar que Darwin simplemente copió a Wallace, como hace Davies (2008) cuando dice que las ideas contenidas en el manuscrito de Ternate fueron plagiadas por Darwin, y afirma que el asunto es «un deliberado e inicuo caso de robo intelectual, de engaño y de mentira perpetrado por Charles Darwin». Es muy probable que a Wallace, que siempre mostró un respeto y un afecto incondicionales hacia Darwin, no le gustasen estas palabras de haber podido escucharlas.

Wallace, más darwinista que Darwin

Sea como sea, la escenificación ideada por Lyell y Hooker dejó patente el mérito de Wallace, pero favoreció claramente a Darwin. El año siguiente, y bajo la insistencia de Lyell, Darwin publicaría El origen de las especies, obra que lo acabaría de consagrar para la historia como el padre de la teoría de la evolución por selección natural. Por lo que respecta a Wallace, en otoño de 1858 recibía en Ternate sendas cartas de Hooker y de Darwin que le explicaban el procedimiento seguido para hacer públicos sus trabajos junto a los de Darwin en la Sociedad Linneana. En octubre del mismo año Wallace le escribía a su madre, Mary, para decirle, lleno de orgullo, que acababan de ponerlo al mismo nivel que Darwin, lo que le aseguraba «el apoyo de estos eminentes señores cuando vuelva a casa». Durante el resto de su vida, Alfred Wallace sería el partidario más fervoroso de Darwin, más darwinista que el propio Darwin.

Habitación Wallace

Habitación de trabajo de Wallace en su última residencia de Old Orchard, en Broadstone (Dorset), donde vivió desde la Navidad de 1902 hasta su muerte, ocurrida en noviembre de 1913. La habitación de trabajo guarda muchas similitudes con la que utilizaba Darwin en Down House y que, recreada con la mayor parte del mobiliario original recuperado, aún se puede visitar en Downe, Kent. / A. R. Wallace Memorial Fund & G. W. Beccaloni

A pesar de todo, es cierto que Wallace se distanció científicamente de Darwin, en particular porque hacia 1869 empezó a manifestar ideas teleológicas sobre la naturaleza, especialmente en cuanto a la evolución del hombre, sugiriendo que estaba guiada por una inteligencia superior y gobernada por leyes que están por encima de la selección natural. En una carta enviada en enero de 1870, Darwin lo reñía («usted escribe como un naturalista metamorfoseado –en la dirección retrograda–; ¡usted, el autor del mejor trabajo que haya aparecido jamás en la Anthropological Review! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!»), pero ambos mantuvieron siempre una relación cordial y respetuosa (Raby, 2001).

Wallace murió a la edad de noventa años, y durante el más de medio siglo que transcurrió desde la presentación conjunta en la Sociedad Linneana publicó numerosos libros, entre los que sobresale, por la aceptación popular, el magnífico relato de viajes The Malay Archipelago, aparecido en 1869, y, por el impacto en la comunidad científica, el tratado sobre biogeografía The Geographic Distribution of Animals. Este lo sitúa como padre de la biogeografía, destacándose la identificación que hizo de la frontera entre la región faunística Oriental y Australiana, la línea de Wallace, que atraviesa el archipiélago malayo pasando entre las pequeñas islas de Balín y Lombok. O numerosos ensayos, los más importantes reunidos en los libros Contributions to the Theory of Natural Selection (1870), Tropical Nature and Other Essays (1878) o Darwinism (1889). Además de escribir estos importantes trabajos científicos, dedicó buena parte de su tiempo a defender el estudio del espiritismo, a temas políticos vistos desde una óptica socialista un poco particular, y a otros temas sociales, como su rechazo a las campañas de vacunación. Todo ello le hizo ganarse una reputación ambigua que le causó no pocos problemas entre la clase científica.

Funeral Wallace

Funeral de Alfred Wallace. Todos coinciden en que se mantuvo activo hasta los noventa años, y que tan solo mostró una progresiva debilidad en los últimos meses de su vida. Murió mientras dormía en su casa de Broadstone (Dorset) poco después de las 9 de la mañana del 7 de noviembre de 1913. Unos cuantos amigos y seguidores propusieron enterrarlo en la abadía de Westminster, cerca de Darwin. Sin embargo, Annie, la mujer de Wallace, lo hizo enterrar en el cementerio público de Broadstone, siguiendo las instrucciones de su esposo. / A. R. Wallace Memorial Fund & G. W. Beccaloni

Con todo, estaba claro que sus méritos científicos superaban de lejos las incursiones en estos terrenos resbaladizos, y recibió muchos honores perfectamente merecidos. Por ejemplo, la medalla de la Royal Society, en 1868; la Darwin Medal, en 1890; la Royal Geographical Society’s Founder’s Medal, en 1892; la Linnean Society’s Gold Medal, en 1892; la Copley Medal, en 1908. En 1893 fue escogido miembro de la Royal Society, y en 1908 la Sociedad Linneana estableció la Darwin-Wallace Medal, para conmemorar los cincuenta años de la famosa presentación conjunta de 1858 (la primera le fue otorgada, naturalmente, a Wallace). Cabe destacar también la pensión de 200 libras anuales que le concedió el gobierno británico en 1881, la cual había sido promovida por el propio Darwin, y que consiguió el apoyo de Hooker (Raby, 2001). Es entrañable la carta que le envió Darwin a Wallace el 7 de enero de 1881 para comunicarle el éxito de la gestión, esperando que le daría «la satisfacción de ver que no tan solo todas las personalidades científicas a las que ha acudido, sino también el Gobierno, han apreciado la tarea científica que habéis mantenido a lo largo de vuestra vida… ¡Hurra, Hurra! Leed el documento que os adjunto».

Cuando Wallace falleció, el 7 de noviembre de 1913, en su casa de Broadstone, en Dorset, algunos de sus amigos sugirieron que fuese enterrado en la abadía de West­minster. Su esposa Annie, sin embargo, lo hizo enterrar en el pequeño cementerio de Broadstone, siguiendo los deseos de su esposo. En 1915, una comisión formada por destacados científicos británicos propuso que se colocase una placa conmemorativa de Wallace en la citada abadía, cerca de donde estaba enterrado Darwin. La placa fue finalmente instalada y dada a conocer solemnemente el 1 de noviembre de 1915. Aunque simbólicamente, los dos descubridores del mecanismo de la selección natural volvían a reunirse.

Brackman, A. C., 1980. A Delicate Arrangement: the Strange Case of Charles­ Darwin and Alfred Russel Wallace. Times Books. Nueva York.
Brooks, J. L., 1984. Just Before the Origin: Alfred Russel Wallace's Theory of Evolution. Columbia University Press. Nueva York.
Davies, R., 2008. The Darwin Conspiracy: Origins of a Scientific Crime. Golden Square books. Londres.
Davies, R., 2012. «How Charles Darwin Received Wallace's Ternate Paper 15 Days Earlier than He Claimed: a Comment on Van Wyhe and Rookmaaker». Biological Journal of the Linnean Society,105: 472-477.
Davies, R., 2013. «1 July 1858: What Wallace Knew; What Lyell Thought He Knew; What Both He and Hooker Took on Trust; and What Charles Darwin Never Told Them». Biological Journal of the Linnean Society,109: 725-736.
De Beer, G., 1958. Charles Darwin and Alfred Russel Wallace: Evolution by Natural Selection. Cambridge University Press. Cambridge.
McKinney, H. L., 1972. Wallace and Natural Selection. Yale University Press. New Haven, CT.
Raby, P., 2001. Alfred Russel Wallace: a Life. Chatto & Windus. Londres.
Smith, Ch. H., 2013. «A Further Look at the 1858 Wallace–Darwin Mail Delivery Question». Biological Journal of the Linnean Society,108: 715-718.
Wallace, A. R., 1905. My life: a Record of Events and Opinions. 2 vols. Chapman & Hall. Londres.
Wyhe, van J. y K. Rookmaaker, 2012. «A New Theory to Explain the Receipt of Wallace's Ternate Essay by Darwin in 1858». Biological Journal of the Linnean Society,105: 249-252.
Wyhe, van J., 2013. Dispelling the Darkness: Voyage in the Malay Archipelago and the Discovery of Evolution by Wallace and Darwin. World Scientific. Singapur.

© Mètode 2013 - 79. Caminos de ciencia - Otoño 2013
Director del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF), Barcelona.
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